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Fusión a fuego lento


Echar la vista atrás en el «culebrón» de las Cajas permite comprobar cómo la fusión se ha cocinado a fuego demasiado lento y con ingredientes que no estaban en principio en el menú y que han dado al plato cierto sabor amargo. Fue Tomás Villanueva el primero en dejar caer la necesidad de reforzar el sistema financiero regional en el otoño de 2007. Pero el debate en profundidad arrancó pocos días después cuando el presidente de la Junta, Juan Vicente Herrera, emplazaba ya a las entidades a «tomar decisiones» para crear «músculo financiero».

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Echar la vista atrás en el «culebrón» de las Cajas permite comprobar cómo la fusión se ha cocinado a fuego demasiado lento y con ingredientes que no estaban en principio en el menú y que han dado al plato cierto sabor amargo. Fue Tomás Villanueva el primero en dejar caer la necesidad de reforzar el sistema financiero regional en el otoño de 2007. Pero el debate en profundidad arrancó pocos días después cuando el presidente de la Junta, Juan Vicente Herrera, emplazaba ya a las entidades a «tomar decisiones» para crear «músculo financiero». Lo hizo además durante un encuentro económico organizado por Caja de Burgos y con la presencia del máximo de la entidad, José María Arribas
La Federación regional de Cajas de Ahorros ni siquiera se reunió en los meses siguientes para analizar esta cuestión. En marzo la presidencia pasaría a ser ocupada por el «omnipresente» Arribas. Llegó con ganas. Prometió una «solución urgente» y se puso de inmediato manos a la obra hasta llegar a un doble acuerdo con sus «colegas». Por un lado, reforzaron Madrigal. Por otro, plantearon una expansión conjunta en el exterior. De esta última medida nunca más se supo. La primera provocó las críticas de la clase política porque se consideraba insuficiente.
Ante esta situación, la Junta y los partidos decidieron pasar a la acción. En el verano de 2008 las negociaciones entre Herrera y el líder de la oposición -Ángel Villalba por aquel entonces-, ya eran continuas. Sin embargo, había que esperar a que el nuevo secretario regional de los socialistas, Óscar López, tomara posesión para poder presentar una posición conjunta. Lo hicieron a finales de octubre con un documento en el que se ponían las bases para una integración -que no fusión- entre las seis Cajas de Ahorros que garantizaría «la solvencia y liquidez» de todas ellas. El órdago político estaba echado y a las Cajas les cogió con el pie cambiado. Varias reuniones de la Federación sirvieron para empezar a marcar posturas. Con reparos internos y en diversas provincias las entidades se esforzaban por «quedar bien» con la clase política.
Presiones frente a urgencia
Pero la buena sintonía duró poco. Comenzaron una serie de declaraciones de los presidentes en las que se quejaban de las «presiones» políticas. La Junta negaba la mayor, pero insistía, una y otra vez, en la necesidad de acometer este proyecto. Varios dimes y diretes después y no se sabe aún si por aquello del espíritu navideño, la Federación acordaba llevar a sus Consejos el conocido como protocolo de integración consensuado con el trabajo de los directores generales. Era la noticia que la Junta quería oír y la que permitió entrar en el nuevo año con un optimismo mayor. Pero ni el Gobierno regional ni el Partido Partido Popular ni el Socialista las tenían todas consigo. Con miembros «díscolos» en ambas formaciones tocaba trabajar para «convencer» a los consejeros de algunas entidades. Estas negociaciones condujeron a la firma de un pacto social -sin UGT-.
El acuerdo estaba cerrado, pero a las Cajas no les gustaron las formas. Nunca se aclaró si temían que saliera el sí o el no. Lo cierto es que cuando ya se había agotado el plazo que ellas mismas se habían autoimpuesto decidieron empezar de cero y por su cuenta. Lo hacían además sin Cajacírculo. La única entidad cuyo Consejo se había pronunciado sobre el protocolo se desmarcaba así del resto, pero no desaparecía de la escena. Un día después, Arribas volvía a sacarse un conejo de la chistera y anunciaba su deseo de que las dos cajas burgalesas se fusionaran en una. Hasta en tres ocasiones la Caja presidida por Mijangos dijo no públicamente a la oferta de su «vecina». Al presidente le había salido mal la jugada y se quedaba sin balas en la recámara. Ya en marzo Agustín González, presidente de Caja de Ávila, asumía el cargo rotatorio al frente de la Federación y anunciaba que en este órgano ya no se hablaría de ningún tipo de integración.
El Banco de España manda
Con una crisis cada vez más virulenta es el Banco de España el que cobra protagonismo -ya había sido vigilante de todo el proceso anterior- para «animar» a las Cajas a que tomen decisiones. Dicho y hecho. Al poco, primero el Consejo de Caja España y luego el de Caja Duero autorizan a sus mandatarios a trabajar en la fusión. El resto no reacciona -pese al filtreo, aún en el aire, entre Caja de Ávila y Caja Segovia- hasta que a finales del verano Caja de Burgos se suma con timidez al proyecto de las dos grandes. Múltiples reuniones y contradicciones de última hora dieron como resultado la solución conocida ayer: La fusión de las dos grandes.
J. M. A.
VALLADOLID.
ABC