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FUSIONES DE CAJAS ESPAÑOLAS
Las cajas de ahorros buscan 'matrimonios' de conveniencia
La duración y la intensidad de la crisis marcará el calendario de las fusiones. En el sector se da por hecho que las 46 entidades actuales se reducirán a 30 en cinco años.
Lo único que tienen en común Pollença y Cocoa Beach es que ambas tienen playa. Ni siquiera el mar es el mismo. Los 16.000 habitantes de la localidad mallorquina viven frente al Mediterráneo; la ostentosa costa de Florida se asoma al Atlántico. En esta última se originó, engordó y estalló la burbuja inmobiliaria que ha salpicado al sistema financiero mundial. Allí está el epicentro de la crisis que podría obligar a la diminuta y eficiente Caja de Ahorros de Pollença a compartir su futuro con otra entidad.
La globalización, con sus infinitas paradojas, propicia relaciones causa-efecto tan intrincadas como la expuesta. En España coexisten 46 cajas. La de Pollença, con 79 empleados, es la más pequeña del país y una de las más antiguas. Fue fundada en 1880, cuando el privilegiado litoral mallorquín aún estaba limpio de cemento, y ha sobrevivido gracias a la fidelidad de los naturales de la comarca. Un siglo y casi tres décadas después, se enfrenta, al igual que el resto de cajas de menor tamaño, a los coletazos de una crisis originada a miles de kilómetros.
La configuración actual del sector variará en función de la duración y la intensidad de las turbulencias. Pocos analistas dudan de ello. Si el impacto se diluye rápido, podrían materializarse procesos de concentración en algunas comunidades autónomas, pero siempre por motivos más políticos que contables. Desde el punto de vista financiero, las cajas pequeñas y medianas tienen músculo financiero para mantenerse a flote una larga temporada. La mayoría se mueve con holgura gracias a la clientela local. De ella captan los depósitos, el canal de financiación más seguro; y a ella le venden sus productos. Además, entre sus clientes abundan las personas de mediana edad, o que miran de cerca la jubilación.Según las estimaciones, España contará en 2050 con 16 millones de ancianos, frente a los seis millones actuales. Buena parte de ellos serían clientes potenciales de las cajas locales.
El problema es que las turbulencias en los mercados internacionales pueden sacudir la estructura del sector y dejar sin aliento a los más débiles. La crisis provocada por las hipotecas basura (subprime) ha reducido drásticamente la liquidez del sistema financiero. El director general del Servicio de Estudios del Banco de España, José Luis Malo de Molina, hablaba esta semana de «extraordinaria sequía» y alertaba de que la restricción del dinero en circulación podría dañar a medio plazo los planes de expansión de las empresas. La desaceleración de la actividad crediticia, motivada por la subida de los tipos de interés y el retroceso del negocio inmobiliario, provocará una guerra por la captación del pasivo. Bancos y cajas se pelearán por los ahorros de la clientela. Y los más pequeños siempre llevan las de perder.
Las posibilidades de crecer en solitario descenderán a medida que se endurezcan las condiciones de financiación externa, en el mercado interbancario. Entonces llegarán, por goteo, las fusiones.Lo lógico es que las primeras alianzas se produzcan en aquellas comunidades autónomas donde hay voluntad política. Ese es el caso de Castilla y León, Andalucía y, en menor medida, País Vasco.En Cataluña no se habla de matrimonio, pero la excesiva atomización (hay 10 en la región) puede provocar uniones de conveniencia para afrontar la crisis.
En el sector se da por hecho que las 46 entidades actuales, agrupadas en la Confederación Española de Cajas de Ahorros que preside Juan Ramón Quintás, se reducirán, como mínimo, a 30 en un plazo de cinco años. También está asumido que no habrá fusiones entre cajas de distintas comunidades autónomas, ni entre las grandes del sector. Los gobiernos regionales siguen influyendo demasiado en las entidades y cualquier alianza externa se interpretaría como una cesión de poder. Por su parte, las grandes cajas buscarán financiación por otros canales para crecer dentro y fuera de las fronteras españolas. Hay dos mecanismos preferentes. El primero es la salida a Bolsa de las participaciones accionariales. Ya lo ha utilizado La Caixa, que aunó bajo el paraguas de Criteria su potente holding industrial. Le seguirá la valenciana Bancaja, que hará lo propio con su cartera de acciones.
El segundo canal es la emisión de cuotas participativas, una especie de acciones sin derecho de voto que cotizarán en los mercados y reportarán una rentabilidad a sus propietarios. Caja Mediterráneo (CAM) no tardará en aprobarlas. La entidad alicantina está encuadrada entre las cajas de tamaño mediano, por lo que se convertirá en referente inmediato para sus rivales. Si tiene éxito, más de uno seguirá el ejemplo y se lanzará al ruedo. Las gallegas Caixa Galicia y Caixa Nova podrían ser las primeras en imitar a la CAM.
No obstante, la decisión de abrir a terceros el capital y, sobre todo, de buscar pareja dependerá enormemente de la temperatura política. Por ejemplo, la creación de una caja vasca podría ser un hecho desde hace tiempo, pero la diferencia de criterios entre las fuerzas parlamentarias sigue retrasando el proyecto. La persistencia de los presidentes de las tres entidades, BBK, Kutxa y Vital (Xabier de Irala, Carlos Etxepare, y Gregorio Rojo, respectivamente) no ha podido con las presiones de la política en un lugar como el País Vasco. Ningún partido quiere ceder su cuota de poder en una futura caja única, que se convertiría de un solo golpe en la tercera de España. Como ha recalcado Irala en repetidas ocasiones «la fusión será un hecho en el momento en el que quieran los políticos y lleguen a un acuerdo», informa Belén Ferreras
El panorama es distinto en Extremadura. El ejecutivo autonómico defiende abiertamente la fusión entre Caja Extremadura y Caja de Bajadoz. La unión es cuestión de tiempo. Y a juzgar por los últimos movimientos, no parece que vaya a retrasarse demasiado.Queda poco mercado en la región para seguir engordando. El destino natural para expandirse es Portugal, pero necesitan tamaño para dar el salto. También para ganarle la partida a la vecina Caja Duero, su rival más directo y el que más cuota puede arañarles a medio plazo. Sobre todo, si la entidad con sede en Salamanca hace suyas las directrices del Ejecutivo de Juan Vicente Herrera y se une a alguno de sus rivales en la región antes de que el temporal arrecie.
Castilla y León y Andalucía quieren ser pioneras
Ambas pueden liderar la ronda de fusiones y adelantarse al País Vasco, el eterno candidato
El proceso está en marcha y sólo falta confirmar qué comunidad autónoma será la primera en dar el paso. De momento, Castilla y León y Andalucía encabezan la lista de candidatos. Les sigue el País Vasco, donde las discrepancias entre PNV y PSOE continúan anclando una fusión que, a juicio de muchos, debería estar sellada hace tiempo.
En esta ocasión, es el referéndum del lehendakari Ibarretxe lo que está obstaculizando la unión de las cajas vascas. «La fusión queda aparcada hasta que se den las condiciones de estabilidad política. Es imposible de abordar con un lehendakari que no se sabe a qué escenario quiere llevar al país», señalaron los socialistas, tras conocer la propuesta de Ibarretxe. En octubre decidieron dejar el proyecto en el congelador. Y sin los socialistas no hay fusión: el PNV no tiene mayoría suficiente para llevarla a cabo.
Los presidentes de las cajas, que habían hechos su deberes y se preparaban ya para una caja única no han acogido de muy buena gana este nuevo parón y no dejan de advertir de que se «está perdiendo una oportunidad única». Sus llamamientos a la «responsabilidad» de los políticos para que no se paralice el proyecto han caído en saco roto. Ibarretxe ha puesto fecha para su referéndum: el 25 de octubre de 2008. Hasta entonces la crispación política pesará sobre todo lo demás.
Nada que ver con el panorama que afrontan las cajas en Castilla y León, inmersa en un intenso debate para fortalecer su sistema financiero. El presidente de la Comunidad, Juan Vicente Herrera, lidera en persona desde hace un mes un «diálogo sin límites» con todos los sectores económicos para «ganar músculo financiero».El líder regional del PP pretende que las seis cajas de ahorros y las seis rurales adquieran el tamaño suficiente para financiar proyectos de más envergadura en una región que no logra superar la media nacional en riqueza.
Apuesta por la dimensión
Aunque todavía no lo ha dicho expresamente, Herrera quiere la fusión de las cajas, pero sostiene que deben ser ellas quienes tomen la iniciativa. El miércoles pasado pidió a los responsables financieros que tomen decisiones rápidas, y les advirtió de que «la dimensión es una clave determinante en el mundo financiero».Sin embargo, la doctrina del PP es que las fusiones, si llegan, no serán impuestas manu militari, en palabras del presidente regional.
En Castilla y León, conviven con gran rivalidad y escasa cooperación seis cajas de ahorros y siete rurales (en 2008, una cooperativa menos por la fusión de la Rural del Duero y Cajamar). La mayor entidad es Caja España, seguida de Caja Duero. En medio, se sitúa una emergente y eficiente Caja Burgos, presidida por José María Arribas; y con un tamaño mucho menor y ámbito provincial se encuentran Caja Avila, Caja Segovia y Cajacírculo. Precisamente, el PP regional, que controla la mayoría de los consejos de administración, encuentra serios obstáculos en las tres pequeñas, sobre todo por su fuerte vinculación provincial y su escaso sentimiento autonómico.
Junto a Castilla y León, Andalucía es el territorio donde más se viene especulando con la concentración. El pasado 18 de mayo, 36 años después del primer intento, las dos cajas de ahorro sevillanas (El Monte y San Fernando) formalizaron su matrimonio con la creación de Cajasol. Se trataba de una vieja aspiración acariciada desde los estertores del franquismo que había estado envuelta en no pocos capítulos polémicos, fundamentalmente por interferencias políticas.
El primer intento, fechado en 1971, se desmoronó en venganza del entonces ministro de Gobernación, Tomás Garicano Goñi, porque un yerno del almirante Carrero Blanco, Mariano Borrero Hortal, no había sido el elegido para presidir la Caja de Sevilla. La última intentona frustrada, pilotada en 2001 por Isidoro Beneroso (El Monte) y Juan Manuel López Benjumea (San Fernando), naufragó al desacatar éstos las directrices del aparato socialista, que abogaba por la creación de una caja única en lugar de la fusión de las dos entidades sevillanas. Aquel desencuentro dio lugar a una formidable tormenta política con abundante aparato eléctrico.
Pero la Junta de Andalucía no ha renunciado a su propósito. El nacimiento de Cajasol se interpreta como el primer paso dentro de la estrategia del Gobierno de Chaves por propiciar una caja única en la comunidad. Un sueño que se remonta a finales de los años 90 y que no se materializará con seguridad antes de los tres próximos años. Se trata de concentrar en una única entidad las cinco cajas andaluzas -Unicaja, Cajasol, Cajasur, Cajagranada y Caja Jaén- para tratar de configurar un referente a nivel nacional, a la vista del escaso peso del sistema financiero andaluz fuera de la frontera autonómica.
Reconducidas las tormentosas relaciones con la caja de la Iglesia (Cajasur) y expulsados los presidentes díscolos que osaron en su día cuestionar las directrices del PSOE regional, no se vislumbra ya en el horizonte ningún obstáculo para que Chaves pueda ver cumplido el objetivo de una sola caja andaluza, salvo su improbable salida del Ejecutivo autonómico en la cita con las urnas del próximo 9 de marzo.
Juan T. Delgado / J.L. Fernández, A. Salvador y B. Ferreras
El Mundo
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