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La encrucijada de las cajas
Expansión - 22-02-09
La polémica desatada en torno a la proyectada fusión entre Unicaja y Caja Castilla-La Mancha para aliviar la delicada situación financiera de la última ha reavivado el debate sobre la configuración de las cajas de ahorro y el juego de intereses que inspiran su operativa.
La intervención política que se adivina en la operación entre
Unicaja y CCM es un duro golpe a los esfuerzos de profesionalización y
modernización realizados en los últimos años. La sombra partidista ha
llegado, incluso, a frustrar intentos de fusión. El más reciente, el de
las vascas BBK y Kutxa, del que se había descolgado Caja Vital también
por la politización.
La naturaleza de las cajas dificulta
una reforma profunda de sus estructuras, pues requiere voluntad
política. Y ésta ha ido menguando al tiempo que las entidades
aumentaban su músculo financiero y su capacidad para financiar los
grandes proyectos impulsados por las diferentes administraciones.
La atomización del sector, donde conviven más de 45 entidades, ha
contribuido a su crecimiento desaforado: desde 2006, las cajas han
abierto 1.600 nuevas oficinas y han contratado 6.000 nuevos empleados,
hasta alcanzar la cifra de casi 132.000. Su papel asciende ya a más del
50% del sistema financiero español.
Las propias cajas han
reclamado una reducción de la presencia política. La propuesta del
presidente de la CECA, Juan Ramón Quintás, de reducir el peso político
en los consejos hasta un 25% de los representantes frente al 50% actual
para evitar que las pugnas entre dirigentes autonómicos, provinciales y
locales por sus parcelas de poder bloqueen la toma de decisiones , va
en la buena dirección, pero se antoja insuficiente para promover
órganos de gobierno más reducidos, más eficientes y, sobre todo, no
sometidos a los designios de los políticos de turno.
Lo
deseable es que el Gobierno aproveche esta oportunidad para emprender
una reforma de la regulación de las cajas que ponga fin a su ambigua
configuración jurídica. Tampoco hay que olvidar que las fusiones no son
en sí mismas un maná. De nada servirán si no están basadas en la lógica
financiera ni logran economías de escala que permitan ganar
competitividad. Debe evitarse cargar facturas adicionales a los
contribuyentes. La precariedad de algunas cajas, acentuada por la
injerencia política, debería ser una oportunidad para racionalizar el
sistema financiero y no para contaminarlo más.
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