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Vale la Pena
Crisis, Reforma Laboral los factores se acumulan y ya hay bastantes análisis sobre la progresiva pérdida de empleo a la que estamos asistiendo en nuestro país.
Sobre las mesas de los asesores laborales se amontonan los papeles, ERES, ERTES, Modificaciones Sustanciales, se analizan los papeles, se habla con los y las trabajadoras y, con suerte, se abre una mesa de negociación dónde se buscan soluciones reales a problemas tangibles. Reducir el número de afectados, aumentar la cuantía de las indemnizaciones, números y más números y detrás de cada uno de ellos una persona.
Normalmente las negociaciones transcurren por un camino de sobra conocido, propuestas y contrapropuestas hasta que todo el mundo gana algo o se acaba el tiempo. Normalmente el terreno de juego se reduce a la mesa de negociación y las plantillas asisten expectantes esperando el pitido final.
Pero hay días en los que la norma se rompe y el proceso de negociación se convierte en un ejercicio de solidaridad, responsabilidad y dignidad ante el que no queda más que quitarse el sombrero, independientemente del resultado.
En la empresa EPTISA querían echar a la calle a 124 personas, mientras reducían considerablemente el sueldo al resto de la plantilla. Tras un proceso de negociación muy farragoso, la Representación Laboral presente en la mesa consiguió disminuir el número de despidos de 124 a 80 y que la reducción salarial al resto de la plantilla fuera menos dura y se aplicara de forma progresiva, pero seguía habiendo un escollo en el camino imposible de rodear, saltar o esquivar: la cuantía de las indemnizaciones por despido.
Esta cerrazón, completamente injustificada, de la empresa a pagar una indemnización decente a las personas despedidas hizo reaccionar a toda la plantilla.
Los y las trabajadoras celebraron una asamblea multitudinaria dónde votaron reducirse el sueldo voluntariamente para que las personas despedidas pudieran tener una indemnización digna. La medida se aprobó por unanimidad. El resultado de esta reducción voluntaria fue que la empresa tenía a su disposición el doble de la cantidad necesaria para pagar las indemnizaciones.
Además, decidieron apoyar a sus representantes concentrándose de forma espontánea ante la mesa de negociación.
No se lo pensaron, sintieron que era su responsabilidad como colectivo exigir un trato digno a la empresa para la que trabajan. Desgraciadamente la empresa no pensaba lo mismo y respondió a este acto de solidaridad con intransigencia, rechazando el dinero que le ofrecía su plantilla de forma voluntaria.
Independientemente del resultado, nos quitamos el sombrero ante esta lección que nos han dado la plantilla de EPTISA. Porque hay días que de verdad piensas que vale la pena.
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