La formación en el ámbito laboral es otro espacio pendiente de conquista de derechos de las mujeres. Se repite una historia de discriminación formativa a la que debe ponerse fin. “CCOO debe exigir garantías del derecho de participación de la representación sindical en la empresa, otorgándole capacidad real de intervención en las decisiones de formación como mecanismo indiscutible para consolidar la igualdad de trato y el acceso equitativo a las acciones formativas”, señala Lola Santillana, secretaria confederal de Empleo y Cualificación Profesional.
El sistema de formación profesional para el empleo en el ámbito laboral regula una serie de iniciativas para proteger y hacer efectivo el derecho a la formación profesional de las trabajadoras y los trabajadores, a una formación continua y continuada a lo largo de toda la vida. Antes de la crisis, la participación de las mujeres en formación superaba la media europea y se situaba muy por encima de su presencia en el mercado de trabajo (superaban el 50% del total de personas que se formaban con un 44% de asalariadas). Con la reforma laboral del 2012 y la del sistema de formación profesional se han dedicado más recursos públicos a la formación de las empresas y menos a la oferta formativa subvencionada, a la que las trabajadoras acceden sin intervención empresarial, lo que les ha perjudicado. Así, en 2007 la tasa de participación de las mujeres en España superaba en 38 puntos porcentuales a la media europea; sin embargo, en 2018 está 10 puntos por debajo de ella.
Conviene recordar que la formación que se imparte en las empresas sigue siendo transversal tanto para las mujeres como para los hombres. Prevención de riesgos laborales, gestión de recursos humanos, legislación e idiomas son las principales materias en las que se forman las plantillas, abandonando la naturaleza específica y sectorial que debiera caracterizarla.
El informe de CCOO señala también que entre los obstáculos que declaran las mujeres a la hora de participar en formación siguen destacando la incompatibilidad con el horario laboral (51% de las encuestadas), las responsabilidades familiares (50,2%) y el coste de la formación (36,5%). A ello hay que añadir la reticencia empresarial por incluirlas en los planes de formación. Nada parece haber cambiado.
La baja participación de la mujer es general, aunque incide más en el sector Servicios, sobre todo en el de Comercio donde, a pesar de estar muy feminizado, la precariedad crea un marco muy poco favorable y entorpecedor para su participación. Esto ha hecho que en Comercio la tasa de participación femenina haya retrocedido 10 puntos en formación -del 57% en 2007 al 48% en 2018-.
Igualmente, la formación en las empresas genera comportamientos que persisten y aumentan la brecha de la desigualdad. Las mujeres con menor nivel educativo acceden menos a los cursos de sus empresas. El 27% del total de asalariadas tienen estudios primarios, sin embargo solo representan el 21% de las mujeres que se forman.
Además, se ha producido un envejecimiento de las personas formadas en las empresas, debido al aumento del desempleo juvenil en la última década y también a un menor acceso a los cursos de este colectivo. La participación de la mujer joven ha sido especialmente penalizada frente a la del joven varón, pasando de representar el 59% al 29,7% del alumnado.
La mujer que accede a los cursos tiene más probabilidades de hacerlo en teleformación y fuera del horario de trabajo, frente al hombre que recibe más horas de formación en modalidad presencial y dentro del horario de trabajo. Esta diferencia crece con el tiempo: se impone teleformación para la mujer, frente a una creciente formación en modalidad presencial para los hombres.
Tratándose de formación programada en el seno de la empresa, la mujer no tiene opción: si quiere formarse debe utilizar su tiempo libre, lo que afecta a la conciliación pero también al propio rendimiento. Para Lola Santillana, “mientras que el hombre aprovecha la jornada para formarse, la mujer debe añadir a su jornada laboral y, en la mayoría de los casos, también a la familiar, una tercera jornada: la formativa”. “El marco legal debe reforzar el trabajo sindical en las empresas para contrarrestar las prácticas discriminatorias hacia la mujer. Es preciso afianzar nuestra acción sindical en las empresas para que la igualdad también en formación no sea una quimera”, concluye.