Archivado en Accion Sindical en Cualtis, Publicaciones Cualtis

LA RENTABILIDAD DEL MIEDO.

Nuestro miedo es su fuerza.


Estamos asistiendo a un recorte dramático en condiciones de trabajo, reducciones de plantilla y deterioro de servicios esenciales. La cadena comienza en la propia administración, que pretende idénticos servicios a precios sensiblemente más bajos. El siguiente eslabón son las empresas, forzadas a competir con ofertas cada vez más económicas para obtener la concesión

Escribe Isaac Rosa en su novela El país del miedo, que el miedo se tiene o no se tiene, pero que si se tiene no desaparece, únicamente cambia de estado.


Comparto esta reflexión como testigo, en mi condición de sindicalista, de que el miedo, puede que razonable y hasta lógico, también nos condiciona, nos bloquea y nos sitúa ante el eterno dilema de callar, asumir y resignarse.

Cuando esta tormenta económica que nos castiga desde hace años haya sido superada, alguien deberá investigar sobre los retrocesos sociológicos que ha ocasionado y su efecto narcotizador sobre aspiraciones y derechos que pensábamos irrenunciables no hace tanto tiempo.

Estamos asistiendo a un recorte dramático en condiciones de trabajo, reducciones de plantilla y deterioro de servicios esenciales. La cadena comienza en la propia administración, que pretende idénticos servicios a precios sensiblemente más bajos. El siguiente eslabón son las empresas, forzadas a competir con ofertas cada vez más económicas para obtener la concesión. El tercer engranaje de esta cadena es el trabajador o trabajadora, víctima pasiva de un dilema esencial: no trabajar o trabajar más por bastante menos. He ahí el miedo. La cadena se ha tensado al límite.

CCOO es un sindicato de clase que suele conciliar con inteligencia sus reivindicaciones y la responsabilidad social. Somos conscientes de la crisis, de sus efectos y de las dificultades económicas que sufrimos. Somos igualmente portadores de propuestas, de alternativas, que creemos necesarias, tanto en Europa como en España.

Ahora bien, se han traspasado ya varias líneas rojas. Estamos consumiendo las reservas de un estado del bienestar anémico al que en lugar de insuflarle nutrientes le estamos dejando agotarse por inanición.

La sistematica reducción del gasto público, indiscriminada y fundamentalista, no sólo deja de ser una herramienta eficaz de gestión, sino que además es injusto socialmente y se convierte en el sistema más rápido para generar desigualdad social y retrocesos laborales. Este escenario ya está ocurriendo y forma parte de nuestra realidad cotidiana.

A diario asistimos a propuestas de la administración o empresariales que representan un retroceso no ya respecto a convenios anteriores, sino un salto en el tiempo hacia la desregulación y la precariedad más absoluta. Pero juegan con ventaja. Saben que existe el miedo, y ninguno tan convincente como perder el trabajo en un contexto de millones de desempleados. Miles de personas resuelven el dilema que antes mencioné del mismo modo: trabajan como sea. Ese es el significado que para la mayoría adquiere la palabra ajuste.

Si situamos esa perversión semántica en sectores donde el salario medio apenas llega a los mil euros y muchos no superan los 850 euros, fraccionado en muchos casos esas cantidades a causa de las jornadas a tiempos parcial, o donde se amenaza la propia existencia de colectivos enteros por falta de recursos como ocurre con la Ayuda a Domicilio, estaremos en el centro de la tormenta perfecta. Perfecta singularmente para quienes se aprovechan de la crisis y la agitan como excusa para justificar recortes adicionales que no se corresponden con su actividad económica ni con su cuenta de resultados. Pero hay miedo.

La lectura no debe ceñirse al ámbito únicamente laboral. La otra consecuencia alarmante de estas políticas es el deterioro evidente de servicios públicos esenciales. Estamos refiriéndonos a la dependencia de nuestros mayores, a la limpieza de nuestras calles, a la higiene del colegio de nuestros hijos, a la calidad de vida que nos permiten las zonas verdes debidamente atendidas, a la seguridad en el transporte público. De eso hablamos cuando hablamos de recortar.

El miedo no puede ser siempre una excusa para resignarse, como el recorte no debe ser la medida de todos los desmanes que las empresas o la administración decidan acometer. No a cualquier precio. Hay recortes que están resultando ya, terriblemente caros en términos sociales. Cuando nos demos cuenta de poco nos servirá el miedo.

Jesús Fernández Béjar Secretario General de la Federación de Servicios Privados de CCOO