Y esas nuevas tecnologías, nos permiten que mediante un sencillo gesto contar con alguien que se encargue de estas tareas. Todo muy cómodo, muy moderno, muy tecnológico. Pero... siempre hay un “pero”, creo que se nos escapa pensar que al abrir la puerta de nuestros hogares, y ver al repartidor con su inmensa mochila de color llamativo a la espalda, con su faz desencajada, pensar lo que ese gesto esconde, lo que hay tras todo esto.
Para poder comenzar a trabajar, esa persona que nos ha evitado un incomodo paseo se ha tenido que pagar de su bolsillo la mochila, el medio de transporte, la cuota a la seguridad social, el teléfono de última generación, la totalidad de los impuestos que su trabajo debe aportar a lo común, etc...
Esa persona ha estado esperando, a veces horas que nadie retribuirá, a que su smartphone le notificase el encargo. Ha tenido que “obligarse” a escoger los tramos horarios menos rentables o más ingratos, para que el famoso “algoritmo” le puntuara lo suficiente para poder seguir trabajando y, por lo tanto para tener ingresos. Ha tenido que recorrerse la ciudad con este frío castellano y leones, o ese calor estival inmisericorde arriesgando su integridad. Ha tenido que esperar en el establecimiento como un cliente más (no tienen ningún tipo de concesión de los establecimientos), para acercarnos nuestro pedido, eso sí, en el menor tiempo posible para no sufrir una mala “puntuación” y que otra vez el insensible “algoritmo” no lo penalice. Y todo por un salario de unos escasos euros la hora, todo incluido.
Es más, en lo más crudo de esta maldita pandemia, han sido unas personas esenciales, han comprometido (como otros muchos sectores) su salud, su integridad física, por esta tarea, por este trabajo, y todavía nadie los ha aplaudido, aún cuando han demostrado ser un engranaje necesario para que esta sociedad mantuviese un mínimo de normalidad.
Entiéndaseme bien, puede parecer que achaco como los culpables de esta situación a las personas que usan este servicio, y eso no es así. Pero pretender amparar en la modernidad, en la libertad de elección, en la digitalización, en las necesidades de los clientes, etc…, estas prácticas, es una falacia, una gran mentira. Ni esto es la llamada economía colaborativa, ni de plataformas, ni digital. Esto es algo viejo, muy, muy antiguo…….explotación laboral pura y dura.
Miren, los repartidores siempre han existido. En el ámbito del Comercio, por ejemplo, eran las personas que distribuían los productos del establecimiento para el que trabajaban, y esa es la clave. Trabajaban para alguien que los contrataba, alguien que les daba las instrucciones jerárquicas, los formaba, los proveía de los medios necesarios para realizar su labor, los retribuían por su trabajo según las normas establecidas, y a nadie, absolutamente a nadie en su sano juicio se le ocurría pensar que su empresa era el medio por el que se recibían los pedidos, “un teléfono”, ese teléfono de la tienda en la que los clientes realizaban sus encargos. A nadie se le ocurría pensar que este repartidor era un emprendedor que trabaja para un teléfono. ¿Alguien se imagina como habríamos reaccionado ante semejante dislate?
Y eso es lo que bajo el amparo de esta pretendida modernidad está ocurriendo. Las plataformas tecnológicas tienen personas tras ellas, personas que fijan las reglas y condiciones, las que programan los algoritmos, las que se benefician y se enriquecen del trabajo. Y eso, que es perfectamente licito, es lo que el mundo laboral, jurídico y sindical, entendemos como empresario, como empresa. Es inconcebible pensar que la empresa de estos RIDERS sea un algoritmo o una plataforma virtual, y que las personas que trabajan en esto sean emprendedoras que eligen la mejor manera de proporcionar el servicio.
No, los repartidores no trabajan para un “teléfono”, trabajan para alguien que usando estas nuevas tecnologías, y bajo una pretendida “modernidad” traspasan el riesgo empresarial a sus subordinados, eluden sus responsabilidades como empresa y las que se ahorran miles de euros en impuestos.
Ahora, y por la fuerte presión sindical (CCOO se ha puesto al lado de estas personas), las instituciones están comenzando a actuar. La Inspección de Trabajo, la Jurisdicción Social, están actuando para sancionar estas prácticas y revertirlas. En definitiva, para poder volver a amparar bajo el “paraguas” de las normas laborales a las personas trabajadoras de las plataformas, de los que los RIDERS son la punta de lanza, pero que cada vez más se está extendiendo a otras actividades.
El mismo Gobierno en estos días quiere regular por Ley estas prácticas, en el sentido de entender como trabajadores por cuenta ajena a estas personas. Las organizaciones sindicales, especialmente CCOO vamos a pelear para que los pronunciamientos judiciales sean trasladados a la normativa y que esta regulación garantice su concepción como trabajadores y trabajadoras por cuenta ajena (lo que en realidad son), y por lo tanto el respeto de sus derechos laborales, de los RIDERS y del resto de colectivos (seguros, agroalimentación, etc…) que están sufriendo esta injusta situación.
Por ello, si usas este servicio cada vez que abras la puerta de tu casa a un compañero o compañera con su inmensa mochila a la espalda (sigue haciéndolo, no lo dudes, es su manera de trabajar y tener ingresos), que te ha evitado un paseo incomodo, míralo a la cara, agradece su trabajo y, anímalo……………… sabiendo que cada vez queda menos para que sea una persona trabajadora de este siglo XXI, y no sufra las condiciones laborales de precariedad y de explotación que imperaban en el S. XIX.