La igualdad de género, en retroceso


Sin medidas concretas para lograr una distribución más equitativa del trabajo doméstico y del cuidado de los hijos, la participación laboral femenina difícilmente crecerá; la brecha salarial no solo se mantendrá, sino que aumentará; e incluso el índice de natalidad seguirá cayendo.

Según apuntan diversas fuentes, en igualdad de género vamos para atrás como los cangrejos. El Instituto Nacional de Estadística acaba de publicar datos que manifiestan un aumento de la brecha salarial entre sexos, que no es otra cosa que discriminación para las mujeres. A su vez, el Foro Económico Mundial ha publicado su “Índice global de igualdad de género 2012”, en el que España retrocede nada menos que 14 puestos en esta materia (pasa del 12 al 26), respecto a la anterior clasificación por países.

Uno de los apartados en el que más retrocede nuestro país es en el denominado “participación económica y oportunidades”, en el que se evalúa desde la brecha salarial entre hombres y mujeres hasta el porcentaje de mujeres en puestos directivos o técnicos en las empresas. En aras de una mayor igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres, en los años anteriores se ha venido trabajando en la elaboración de normativas y leyes, no sólo de ámbito nacional, sino también internacional, que indican las líneas a seguir en distintos ámbitos de nuestra sociedad: laboral, educación, sanidad, medios de comunicación social…

En las empresas, este trabajo se ha traducido en la promoción de condiciones para que esta igualdad sea efectiva: prevención de conductas discriminatorias, potenciación de la corresponsabilidad en las obligaciones familiares, impulso de protocolos de actuación y de acciones concretas que generen dicha igualdad, garantizando el acceso al empleo, a la formación, a la promoción…

La realidad, sin embargo, apunta a un alejamiento de esos objetivos. Uno de los elementos que contribuye a la brecha de género es la menor presencia de mujeres en puestos directivos, sin que nada pueda justificar esta situación. El manido argumento de que la empresa debe tener la capacidad de situar a los mejores en los mejores puestos tiene mucho de excusa contradictoria, ya que las capacidades y también los méritos de hombres y mujeres son iguales, y sin embargo esa igualdad no se traduce en una presencia equilibrada en puestos de responsabilidad.

En Bankia, con motivo de la restructuración del organigrama, se ha perdido una buena oportunidad de aumentar la presencia de mujeres en puestos directivos, que a día de hoy sigue siendo paupérrima. Por otra parte, y al amparo de la difícil situación actual, se están produciendo presiones y amenazas inaceptables para intentar imponer prácticas abusivas en los centros de trabajo, incluyendo prolongaciones de jornada que tienen mucho de presentismo testimonial y de ejercicio inadecuado de la autoridad.

Todos sufrimos las consecuencias por igual, pero las mujeres están más expuestas, por hacerse cargo en mayor medida de las responsabilidades familiares y por ejercer, también en mayor medida, derechos como reducciones de jornada, suspensiones de empleo por maternidad, etc.

El Foro Económico Mundial también señala que, sin medidas concretas para atajar este conjunto de problemas y para lograr, por ejemplo, una distribución más equitativa del trabajo doméstico y del cuidado de los hijos, la participación laboral femenina difícilmente crecerá; la brecha no solo se mantendrá, sino que aumentará; e incluso el índice de natalidad seguirá cayendo.

Es evidente que sufrimos una regresión, que nuestra sociedad no se puede permitir. En Bankia, una “meritocracia” bien entendida debería premiar a las y los mejores por sus capacidades y méritos profesionales, en lugar de hacerlo por otros criterios, más peregrinos.