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Tribuna en "EL Economista"

José María Martínez López: Reestructuración de cajas, cuando las olas rompen en alta mar

Con la incorporación de Cajasol a Banca Cívica se cierra la primera fase de la reestructuración del sector financiero en España, que ha afectado principalmente a las cajas de ahorros.


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Una reestructuración que, por número de entidades, personas afectadas y volumen de activos sólo es comparable con la que afectó a más de 50 bancos en España en los años 80 y 90.

Tras aquella experiencia, se comprendió que eran imprescindibles los Fondos de Garantía de Depósitos, una regulación supervisora anticíclica y la anticipación de movimientos de consolidación para que una crisis financiera no se transmitiera directamente al resto de la economía.

También se aprendió que las reestructuraciones se tienen que hacer con acuerdos laborales.

Sin embargo, en la presente crisis, la falta de reconocimiento a tiempo de la gravedad de la situación por parte del Gobierno y la actitud diletante del Banco de España han puesto en riesgo no sólo todo lo aprendido, sino la misma viabilidad y existencia del modelo social de cajas de ahorros.

El instrumento utilizado está siendo el Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (Frob) como vía para financiar tanto el incremento de los recursos propios como los costes de reestructuración, pues dicho fondo impone una triple condición. A) Se trata de préstamos a devolver en un máximo de cinco años; B) a un tipo de interés mínimo del 7,75 por ciento, con lo que se equipara al coste de capital de cualquier otra entidad financiera privada; C) se condiciona su aplicación a que se produzca una consolidación de entidades, reducción de empleo, reducción de redes y de costes de transacción.

Así pues, estamos ante una reconversión industrial en toda regla que se está llevando a cabo en un tiempo récord, con responsabilidad y con sentido de Estado, pues a pesar de nuestra distancia con el método, esta reforma es una de las imprescindibles para desatar el nudo de la crisis económica.

La principal tarea del sindicato es proteger a quienes se han de ir y a quienes se quedan mediante un compromiso intergeneracional. A la vez que colaborar con la viabilidad futura de las empresas resultantes para que cumplan con una de sus principales funciones sociales: dotar de crédito a la economía.

Quienes se van, se merecen una salida digna. Llevan, de media, más de 30 años en la empresa, y no pueden ser los paganos de los errores de otros. Y hacen sus esfuerzos.

El salario de prejubilación cubre un 75-85 por ciento del salario bruto, que alcanza rentas disponibles cercanas al 95 por ciento del salario neto por circunstancias fiscales coyunturales (exención fiscal de los primeros 45 días por año trabajado en las extinciones de contratos y por la exención del 40 por ciento del capital en el caso de cobrar las indemnizaciones de una vez al ser reconocidas como rentas irregulares).

Accederán a pensiones menores al cien por cien de su base reguladora, máxime con los cambios normativos que se avecinan, pese a contar con carreras de cotización cercanas a los 45 años en muchos casos.

Frente a quienes mezclan todos los debates y tratan de confundir al personal, hay que decir alto y claro que no se produce una sangría del sistema público de pensiones, pues se sigue financiando éste hasta los 64 ó 65 años de edad con el mantenimiento de las cotizaciones. Y el coste para el Inem es de 26.000 euros mínimo por persona, que son las prestaciones y sus cotizaciones a las que tienen derecho cualquiera de las personas cuya extinción de contrato se deriva de un ERE. Derecho que se genera contributivamente, esto es, a través de cotizaciones laborales y empresariales.

Se podrá decir que es la primera vez que de forma generalizada se ha recurrido a ERE en el sector financiero. Y es casi verdad. En las anteriores fusiones bancarias primó un principio de máxima solvencia. Así, los beneficios extraordinarios que generaba la actualización de balances derivados de la fusión, en vez de aflorar y tributar con el impuesto de sociedades, se destinaban a reservas. Y contra esas reservas se cargaban los costes de reestructuración, ahorrándose al Estado las prestaciones de desempleo en compensación al coste de oportunidad de la renuncia a una mayor recaudación fiscal. Hoy, eso no es posible, fundamentalmente porque no se puede cargar contra reservas dichos costes de reestructuración.

Los esfuerzos que hacen los que se van han de facilitar la viabilidad de la empresa futura para los que se quedan, ahorrando costes de futuro (en torno a un 20 por ciento de los actuales).

¿Será suficiente todo este esfuerzo? En Comfia-CCOO estamos haciendo todo lo posible, 13 acuerdos laborales nos avalan. Intuimos que sólo es una primera fase. Que en la siguiente entrarán en juego otras cajas, de las más solventes, que se han quedado fuera de esta primera ronda y que estarán al quite ante nuevos acontecimientos. También otros bancos, sobre todo los llamados medianos. Quien sabe si mediante operaciones mixtas, ahora que las cajas van a desarrollar su actividad a través de bancos, ya sean SIP o no.

Nos gustará más o menos el cómo, pero sabemos que en mitad de esta Tormenta perfecta, ni se puede navegar en la cresta de la ola, ni aspirar a romperla ni sobrepasarla, quizá sólo surfearla esperando que no nos rompa encima y se pierda el barco, la carga, las inversiones que ya se hayan hecho descontando la carga y. sobre todo, la tripulación.

Pensamos que si algunas entidades no pudieran devolver las ayudas Frob, su nacionalización sólo sería un breve tránsito hacia su desamortización. Llegados a este punto, este país debería reflexionar y valorar lo que supondría que una de nuestras principales industrias pasara a tener sus centros de decisión en Francfort? o en Shanghai.

José María Martínez López. Secretario General de COMFIA-CCOO.

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