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Emilia Pardo Bazán, La mejor novelista española del siglo XIX.

A lo largo de la historia muchos escritores has preferido, por diferentes motivos, utilizar un nombre falso en lugar del suyo. El seudónimo masculino, ha sido el más utilizado a la hora de ocultar que la autora era mujer. Se entendía que escribir no era actividad de mujeres. El deseo de estas escritoras era de que se leyeran sus obras sin ningún prejuicio. Hubo casos como el de Emilia Pardo Bazán, que se negó a escribir con seudónimo, sufriendo el menosprecio de escritores y académicos. Esta decisión tal vez estuviera motivada por la influencia de su padre, se dice que le dio el siguiente consejo “los hombres somos muy egoístas, y si te dicen alguna vez que hay cosas que puedan hacer los hombres y las mujeres no, di que es mentira, porque no puede haber dos morales para dos sexos”.


Emilia Pardo Bazán (1851-1921) está considerada la mejor novelista española del siglo XIX.

De sobra es conocida su faceta literaria (novelista, introductora del naturalismo en España, ensayista, poeta, dramaturga), pero queremos dar a conocer otras facetas no tan conocidas, precursora de los derechos de las mujeres, fue además traductora, editora, catedrática, periodista, conferenciante, la primera mujer corresponsal en el extranjero, y la primera en ocupar na cátedra de literatura en la Universidad Central de Madrid.

Aunque fue reconocida en parte de los círculos literarios, se le denegó por tres veces pertenecer a la Real Academia de la Lengua Española.

Colaboraba en numerosas revistas y periódicos, y en 1891 funda la revista Nuevo teatro Crítico, escrita completamente por ella, revista de corte social donde pone de manifiesto la capacidad de la mujer para ocupar en la sociedad los mismos puestos que el hombre.

Muy importante a destacar es su faceta como conferenciante, a la que dedicó gran parte de su vida, como ejemplo cabe destacar el congreso Hispano-portugués de 1892, donde acababa pidiendo el acceso a las mujeres a todos los niveles educativos, y el derecho a desarrollar cualquier tipo de actividad profesional.

Su trabajo literario nos dejó un legado de numerosas reflexiones, por lo que queremos terminar con este pequeño homenaje con una de ellas:

“La educación de la mujer no puede llamarse tal educación, sino doma, pues propone la obediencia, la pasividad y la sumisión”.