Archivado en Mujeres e Igualdad, Jornada

Esclavos del horario laboral

CC.OO. ASEPEYO

Si no hay conciliación familiar-laboral, las primeras perjudicadas a escala doméstica son las mujeres, ya que se dificulta sobremanera la distribución de las tareas de la casa con la pareja, y se cargan muchas más labores a las madres-trabajadoras.


Este artículo se publicó originalmente en Asepeyo (Comfia CCOO Asepeyo) ,


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Leo en la prensa que el Congreso de los Diputados piensa estudiar cuáles son los horarios laborales de los españoles para que puedan conciliar la vida personal y familiar. Esta iniciativa me parece magnífica y espero que realmente tenga efectos. Seguro que no es la primera vez que escuchamos la pregunta: ¿trabajamos para vivir o se vive para trabajar?
Creo que la sociedad española tiene muy mal enfocada esta cuestión, pues parece montada para que nos convirtamos en esclavos del trabajo. Ciertamente, en este país no hay medida en el horario laboral y esto provoca que la mayoría de trabajadores acaben sus jornadas en plena noche. He trabajado en diferentes países, la mayoría grandes potencias económicas, y me sorprendió descubrir que en Estados Unidos, por ejemplo, cuando realizaba una sesión de fotos, a las cinco de la tarde se acababa la jornada y se acababa para todos, sin que esto significara rendir menos; todo lo contrario.
Ya es hora de que corrijamos determinados hábitos como, por ejemplo, comer tarde y ocupar en ello demasiado tiempo. Algunos dicen que nuestro país tiene un clima diferente, que es una "excepción cultural", pero pienso que eso no es así. La mayoría de países occidentales disponen de una jornada laboral más comprimida, tal vez madrugan más y comen antes, pero los trabajadores quedan libres a media tarde. Los efectos de no seguir esas pautas son nefastos. La estabilidad social de un país se basa en la estabilidad demográfica y, como es sabido, tenemos un problema en este punto. La inmigración es importante, pero nunca será la solución. Las mujeres queremos más hijos, pero habrá que mejorar las condiciones para tenerlos, conciliando familia, profesión e igualdad de oportunidades. No puede ser de otra manera, pues si no, ¿por qué los países favorables a la igualdad tienen una tasa más alta de fecundidad? Pidamos un sistema que apoye a los padres y madres en el cuidado de los hijos, por ejemplo, creando más guarderías. Y si se opta por cuidar de los niños, que no sea a costa de dañar la carrera profesional para toda la vida. Porque ahora, cuando tenemos a nuestros tan esperados hijos, no disponemos de tiempo para disfrutarlos en familia y educarlos, y eso es básico.

EL OTRO día asistí a una charla sobre la educación de los niños y, entre otras cosas, se insistió en la importancia de establecer un vínculo afectivo adecuado con los hijos para poder influir positivamente en ellos y no crear una oposición directa. Educar en libertad, sí, pero bien de cerca, con criterio y dedicación. Y eso requiere tiempo y proximidad con los hijos. Después no nos extrañemos si algunos jóvenes son capaces de llevar a cabo auténticas animaladas. Nosotros somos los primeros responsables de compartir más tiempo con los nuestros.
Además, si no hay conciliación familiar-laboral, las primeras perjudicadas a escala doméstica son las mujeres, ya que se dificulta sobremanera la distribución de las tareas de la casa con la pareja, y se cargan muchas más labores a las madres-trabajadoras. Eso nos impide tener iniciativas de tipo personal que nos desarrollarían más en el plano social, como implicarnos en determinadas asociaciones o entidades que trabajen por el barrio en el que vivimos, o en otro tipo de ámbitos, culturales, artísticos, humanitarios, etcétera. No tenemos tiempo.
Personalmente, necesito sentir que la vida es un conjunto de experiencias para gozar, no para sobrevivir. Y nosotros vivimos en una sociedad de ahogo permanente, atada a nuestra hora de fichar. A veces he tenido la percepción de que hay que estar más horas en el trabajo porque si no parece que no se trabaja. Eso me parece absurdo. Es todo lo contrario: estoy convencida de que si trabajáramos menos tiempo, pero mejor aprovechado, ganaríamos más espacio para lo que antes comentaba. El cambio sería sustancial: seríamos más felices, y estoy también convencida de que, con mayor felicidad, también seríamos más rentables en el trabajo.

HAY QUE darle la vuelta a todo esto. El trabajo nos ha de dar la vida y no quitárnosla, nuestras vidas han de tener muchas más motivaciones que la meramente profesional. El día en que lleguemos a variar estos hábitos, se producirá una auténtica revolución, pues seguro que poder dedicar más tiempo y con más sosiego a la familia, a actividades sin rendimiento económico, pero beneficiosas para nuestra salud y espíritu, nos llevará a una sociedad bien diferente.
Espero y deseo que la iniciativa del Congreso por la conciliación de la familia con el trabajo acabe con éxito y se concrete en leyes claras y eficaces para que se hagan realidad y nos ayuden a descubrir que se puede vivir mejor. Pues me temo que nosotros ya estamos atrapados en una fatal tela de araña que nos impide por sí solos liberarnos del horario y la agenda que gobierna nuestra libertad.

JUDIT Mascó
Modelo
http://www.elperiodico.com


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